El Rayo de Francisco dijo adiós a la Copa del Rey en Montilivi en un partido donde echarse la siesta del minuto 15 al 30 le costó tres goles. La falta de intensidad, carácter y contundencia hasta el ecuador de la primera mitad fue una rémora demasiado grande que el equipo se había echado a la espalda y que no pudo remontar pese a que las sensaciones mejoraron tras verse goleados en el marcador.

Después de muchas especulaciones en ambos banquillos sobre la posibilidad de que ambos equipos pusieran en liza a sus unidades B (suplentes y jugadores del filial), Míchel y Francisco nos tenían reservado dos alineaciones plagadas de titulares. Daba gusto ver una alineación local con Savio, Tsygankov, Yangel, Portu... y una visitante con Raúl de Tomás, Isi, Óscar Valentín, Unai López...

Con las cartas boca arriba en la mesa el Girona salió a mandar, a desesperar al Rayo con la posesión y a buscar pases entre líneas con los que sorprender a la zaga rayista. Los de Vallecas replegaban velas y fiaban su ataque a una presión que puso a Nteka en un par de ocasiones solo frente a Juan Carlos pero sin que el delantero pudiera resolver y poner por delante a los suyos.

Si lo iba a hacer el Girona pasado el cuarto de hora. Los de Míchel pisaron el acelerador en una transición para pillar a la defensa vallecana en repliegue y llegando tarde a cada pase. Ni Chavarría, ni Martín, ni Mumin llegaron a tiempo de evitar el 1-0 de Stuani que remató a placer a puerta vacía.

El golpe fue de esos que te hacen ver las estrellas. El Rayo no se despertó. Al contrario: vio como en una torpe salida de balón de Mumin recibía el 2-0 de penalti otra vez del uruguayo. El Girona olió la sangre y se fue a por la sentencia que llegaría apenas unos minutos después en otro despropósito defensivo que Blind aprovechó para firmar el 3-0. La pasividad atrás del cuadro franjirrojo dolía a la vista.

Hasta estos octavos de final los de Vallecas no habían encajado gol. Pero en apenas un cuarto de hora de los octavos decían adiós a cualquier posibilidad de alcanzar los cuartos. Hacía falta una remontada casi histórica para darle la vuelta al encuentro. Pero nada sería posible sin un cambio de actitud en el césped. Los de Francisco empezaron a ir al choque, a pelear sin complejos los balones divididos, a enseñar los dientes en la presión y robar en posiciones peligrosas.

Así fue como llegó el gol de Randy Nteka tras una pérdida tan inocente como incomprensible de la zaga catalana. El 3-1 dió ánimos renovados a un equipo que parecía haberse levantado con ganas de plantarle cara al abusón que te había machacado en el recreo. Era el momento de tirar de épica y si había que caer eliminado que fuera peleando con uñas y dientes.

El rosario de ocasiones con disparos de De Frutos al palo, de Raúl de Tomás demasiado cruzado, de Nteka a un metro de Juan Carlos, de cabezazos de Martín o Mumin... en la segunda mitad dejaba en el rayismo (y en el centenar de desplazados a Montilivi) la sensación de que todavía se podía. Y de que si se hubiera empezado de esta forma otro gallo hubiera cantado.

El rosario de cambios (7 entre los dos equipos aunque luego solo se añadieron 2 minutos de tiempo extra) le sentó mejor al Rayo Vallecano que a un Girona que se dejaba arrastrar por la corriente del marcador a favor. Y la eliminatoria se le escapó al Rayo por los milímetros que se le escaparon a Falcao en un control sólo ante el cancerbero local tras un magistral pase de Trejo.

Sin un fondo físico espectacular para poder apretar hasta el minuto 92, el Girona pudo ampliar la ventaja pero el exceso de relajación en el que vivía desde hacía minutos se lo impidió. Adiós a una Copa sin brillantez.

Habrá que ganarla el año del Centenario...