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COLUMNA DE OPINIÓN

Camello pone al Rayo y a Vallecas en lo más alto del medallero olímpico de París

Camello, ese chaval que decidió quedarse en el barrio y seguir vistiendo la franja (aunque su jefe se empeñe en borrarla de su pecho), ese futbolista que asumió su rol de compañero sin protagonismo...

Escrito por Viernes, 09 Agosto 2024

    Opinión. "Primero se inventó un toque sutil por encima del portero francés para hacer el 3-4 en la prórroga. Ahí ya era casi un héroe. Pero faltaba la guinda".

    Camello celebrando la medalla de oro de España en ParísCamello celebrando la medalla de oro de España en París(c) Selección Española Masculina de Fútbol

    Opinión. Llegó a París con la 'decepción' de ser uno de los descartes, uno de esos futbolistas que sabían que su protagonismo en esta gran cita era el de estar en la sombra, trabajar para hacer mejores a sus compañeros, esperar su momento y aprovechar cada minuto que el seleccionador decidiera brindarle en unos Juegos Olímpicos que tenían guardado algo muy especial para él, aunque él no lo sabía ni lo imaginaba. Sergio Camello es uno de esos futbolistas que responde a los mensajes, que sabe donde está, que tiene los pies en el suelo, uno de esos personajes que no pasa desapercibido, pese a no ser siempre protagonista. Llegó a Vallecas cedido y, como tantos otros, decidió que este era su sitio. En Cádiz saben bien de lo que hablo. Llegó a Vallecas y quiso entender dónde estaba, qué significa eso 'del barrio', integrarse en el sentimiento de su gente y ser feliz en el Rayo.

    Hoy Sergio Camello es un hombre muy feliz y, por extensión, Vallecas es un barrio feliz. Si había algo grande que recordar de estos juegos no era que Craviotto siguiera coleccionando medallas o que Alvaro Martín y María Pérez siguieran poniendo el nombre de España en lo más alto de la marcha o que Alcaraz sí lograse tocar metal pero Nadal no, lo importante estaba por llegar y lo hizo este histórico 9 de Agosto de 2024. Hoy, Sergio Camello, ese futbolista que eligió seguir vinculado al Rayo Vallecano, que quiso seguir siendo feliz en 'el barrio', consiguió algo memorable. Apenas había jugado, cumpliendo con el guion preestablecido de descarte, pero cuando lo hizo portó el brazalete de capitán de una selección que le respetaba como si de forma premonitoria fuese consciente de que lo mejor estaba por llegar. Jugó ante Egipto, fue titular en un partido en el que España ya no se jugaba nada.

    Haber jugado ante Egipto le brindaba a Camello el derecho a colgarse la medalla que lograse España, pero el destino y él mismo quisieron que la historia fuera diferente. El mismo seleccionador que le había dejado fuera de los inicialmente inscritos para participar de pleno derecho pensó que había llegado su momento y, en la final, ante Francia, en casa del anfitrión, en el Parque de los Príncipes de París, decidió que Camello podía ayudar. ¡Y vaya si lo hizo! Primero se inventó un toque sutil por encima del portero francés para hacer el 3-4 en la prórroga. Ahí ya era casi un héroe. Pero faltaba la guinda. Un envío largo del portero, leyendo su movimiento sorpresivo al espacio, le dejó sólo ante el portero para hacer el 3-5 y devolver la medalla de oro a España después de 32 años, porque desde Barcelona 92 no se había vuelto a repetir.

    Camello, ese chaval que decidió quedarse en el barrio y seguir vistiendo la franja (aunque su jefe se empeñe en borrarla de su pecho y del de todos nosotros), ese futbolista que asumió su rol de compañero sin protagonismo, ese delantero con olfato y calidad suficiente para hacernos soñar en el año del Centenario, logró algo histórico e inolvidable. Puso el nombre del Rayo y de Vallecas en lo mas alto del medallero olímpico. Y lo más importante, nos hizo felices con dos goles que seguro que retumbaron en el barrio como lo hicieron los más importantes de los 100 años de historia de nuestro club.

    Esta noche, el barrio duerme un poco más orgulloso, porque uno de los suyos ha hecho algo grande. Yo lo haré y supongo que tú también ¡Gracias Sergio!

     

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