Ficha técnica:
Rayo Vallecano (1): Batalla, Ratiu, Mumin (R), Lejeune, Pep Chavarría, Unai López (A) (Gumbau, minuto 60), Óscar Valentin, De Frutos (Ciss, minuto 84), Isi (Aridane, minuto 70), Álvaro García (Balliu, minuto 84) y Camello (Embarba, minuto 60)
Leganés (0): Sivera, Manu Sánchez (A), Mouriño (Jordán, minuto 31), Tenaglia, Diarra (A), Pica, Carlos Martín (Villalibre, minuto 73), Guridi (A), Guevara (Stoichkov, minuto 60), Carlos Vicente y Toni Martínez
Goles: 1-0. Minuto 79. Sivera (p.p.)
Árbitro: Cordero Vega
VAR: Trujillo Suárez
RAYO VALLECANO 1 (Sivera p.p.) - ALAVÉS 0
La combinación del amarillo y el rojo por norma habitual suele dar naranja. Pero en el caso del Rayo Vallecano - Alavés disputado este sábado en el estadio de Vallecas estuvo a punto de dar negro para los de Vallecas. Porque en un partido dominado de cabo a rabo hasta el minuto 21 de la primera mitad el color de la tarjeta que primero fue amarilla y luego roja iba a cambiar el sino del choque. Del dominio a la resiliencia, el coraje y el sufrimiento de un vestuario y un equipo que sigue plantando cara jornada tras jornada (en las buenas y en las malas).
Los de Vallecas comenzaron con muy buen pie, buscando a sus mejores jugadores entre líneas, con desbordes continuos y profundidad por ambas bandas. Fruto de esos buenos minutos empezaron a llegar las primeras ocasiones en las botas de Isi y Camello. Sin embargo, el equipo adoleció de falta de pegada y contundencia en el inicio.
El dominio del conjunto rayi rojo era total y la grada estaba enchufadísima con los suyos. Nada extraño si tenemos en cuenta que hace un mes que no se disfrutaba del fútbol en Vallecas. Cosas del demencial calendario que rige esta Liga. Parecía cuestión de tiempo que llegara el 1-0 ante un Alavés más preocupado de achicar agua que de tener el balón y jugar al fútbol.
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Pero en el fútbol, como en la vida, todo puede cambiar en cuestión de milésimas de segundo. Las que empeló Mumin en decidir ir al suelo en la carrera con Toni Martínez cuando parecía que le tenía ganado el mano a mano. La entrada a destiempo fue primero entendida como falta y amarilla y revisada luego en el VAR como último jugador, zona DOGSO o vaya usted a saber. Sea cual sea la nomenclatura, el ghanés enfilaba el túnel de vestuario dejando a su equipo con 10 durante más de 70 minutos.
Luis García Plaza vio el cielo abierto y sin esperar mucho metió a Jordán en el centro deo campo para acompañar a un desbordado Guridi y empezar a mimar la redonda. Le funcionó o al menos en parte. Porque los dos equipos se fueron a vestuarios sin apenas llegar al arco contrario. Parecía más una batalla que un partido donde cada balón se peleaba como si fuera el último y donde el trencilla se llevó la peor parte al no contentar ni a unos (Camello se las llevó de todos los colores) ni a otros.
El inicio de la segunda mitad iba a ser para el cuadro babazorro. Conscientes de su gran oportunidad empezaron a dominar la parcela ancha del campo de Vallecas. Fue entonces cuando emergió la figura de un Augusto Batalla que volvió a salvar a los suyos durante muchos minutos. Las ocasiones de Carlos Vicente y Carlos Martín se cantaban como gol en la zona visitante donde los más de 150 alavesistas animaban con todo a los suyos.
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La pelota ya no era del Rayo que fiaba sus ataques a los balones en largo a sus 'corredores'. El equipo vitoriano movía al vallecano de un lado al otro consciente de que el fruto iba a terminar de madurar y caer del árbol. Pura cuestión de ley de gravedad. Pero la teoría newtoniana nunca contempló que la manzana podía rebotar.
En uno de los pocos acercamientos del Rayo Vallecano al área de Sivera, Gumbau se encontráo con espacio en la frontal para armar la pierna derecha y mandar un zambombazo al larguero con la fortuna de que la pelota impactaría en la espalda de un cancerbero ya batido y se colaría a regañadientes en la portería de Teniente Muñoz Díaz. El rugido de Vallecas fue una explosión de alegría y reconocimiento a la fe de los 10 jugadores que aún estaban sobre el césped y a los que ya habían sido sustituidos.
El gol fue como el descorche de una botella de champán. El Rayo se creció aún más en la adversidad y gracias a los cambios que le dieron oxígeno empezó a robar y a transitar generando mucho peligro. La tuvo Aridane de cabeza y su remate se marchó alto. Poco después Balliu estrellaría otro balón al larguero aunque en esta ocasión el balón se fue casi a la Albufera en el rechace. Embarba falló otra con todo a favor. Y el Alavés, desaparecido.
Los 'rayi-rojos' querían cerrar el partido y celebrar con los suyos la segunda vida pirata del año. Se lo merecían como premio al increíble coraje demostrado durante más de 70 minutos.