Jugar con aspiraciones europeas o jugarte la salvación casi a una única carta tiene una influencia directa en los jugadores y la afición. Las piernas, la cabeza, las gargantas... Todo se siente diferente cuando uno compite por un sueño que no se vive en Vallecas desde hace 25 años. O cuando la guadaña del descenso se siente sobre el pescuezo a falta de 4 jornadas. Las Palmas y Rayo Vallecano ofrecieron un partido repleto de nervios y con poco fútbol. Porque la lucha de unos y otros les condicionó durante los casi 100 minutos de choque.

Íñigo Pérez suplió las importantes bajas en la zona medio y ofensiva con imaginación: doble lateral Ratiu - Balliu, Álvaro de falso 9 y medular para Óscar Valentín y Unai López. Pocos entendieron el 'experimento' y más viendo como uno de sus futbolistas más en forma, Pedro Díaz, partía desde el banquillo. Pero el mundo del fútbol es inexplicable y en uno de sus partidos menos brillantes los de Vallecas consiguieron transmitir una gigantesta tranquilidad y confianza en sus aspiraciones y sueños europeos.

En la UD Las Palmas la principal baja y el dolor de muelas de Diego Martínez fue la ausencia de Fabio Silva. Ni forzando ni sin forzar. El futbolista no pudo entrar ni en la convocatoria y el espíritu de una posible remontada pareció anularse casi desde el inicio del choque.

Ese fue el tono de los primeros 45 minutos: un equipo acuciado con el agua al cuello que era incapaz de generar ocasiones claras y otro consciente de las apreturas de su rival esperando a que mostrara su debilidad para mandarle a la lona. La falta de ocasiones, salvo un disparo de McBurnie que atajó Batalla sin problemas, mandó esta primera parte a la zona de la memoria donde mandamos los recuerdos de los que queremos olvidarnos lo antes posible.