Opinión. El rayismo se mantiene a la espera de un gesto tranquilizador. Sin web oficial, sin precios de abonos y con el club intervenido, el Rayo necesita un golpe de autoridad.
«Duermo tranquilo y me levanto con la cabeza bien alta, porque aquí todo lo que se está haciendo es de la máxima honradez y lealtad». Esa frase, que podría ser atribuible a cualquier jefe de estado, a un empresario, un estudiante o alguien que, como cualquiera de nosotros, cumplimos con nuestras obligaciones y quehaceres diarios, viene a resumir la sensación de tranquilidad y estabilidad que Raúl Martín Presa intenta transmitir desde que los Ruiz-Mateos le dejaran una patata tan caliente que no hay por donde cogerla. Los antiguos mandatarios engañaron durante años a Hacienda y la Seguridad Social -que lo intente cualquiera de nosotros-, engordaron las deudas mes a mes, año a año, y se marcharon dejando un agujero difícil de tapar. Las mentiras de ese grupo familiar, al que Vallecas no quiere volver a ver, afloraron hasta el último minuto de su paso por el Rayo Vallecano. Nos contaron que para salvar al Rayo se necesitaban varios millones de euros y que el que llegara debía pagar a los jugadores -supuestamente el mayor interés de un Javier Ruiz-Mateos que nunca se atrevió a aparecer en medios ‘no-afines’ a su discurso, y no por falta de interés por nuestra parte-. Nos dijeron que habían invertido setenta millones de euros, pero nunca nos contaron el beneficio que esa inversión les había reportado, ¿o nos quieren hacer creer que personas que viven pendientes de sus movimientos empresariales estarían dispuestos a dejar que un agujero negro se llevara su bien más preciado: el dinero?. Por mucho amor al Rayo por parte de Teresa Rivero, que no seré yo quien lo niegue -aunque solo sea por los viajes, las mañanas en La Torre y cada muestra de cariño hacia uno de «sus hijos adoptivos»-, no es creíble que setenta millones de euros reportaran ingresos nulos. Imposible olvidar que los grandes culpables de la realidad actual de nuestro Rayo ya no están aquí, ni pagarán nunca como se merecen lo que han terminado haciendo (y no hablo solo de dinero).
De aquellos barros vienen estos lodos, algo que tampoco exime de responsabilidad al heredero, porque para eso se asumen los retos, para superarlos. Si lo consigues, un héroe, si no lo logras, un fracaso. En cualquiera de las dos situaciones, habrá que asumir el grado de responsabilidad, que a día de hoy es del cien por cien.
El ‘apagón tecnologico’ que sufre el rayismo es auténticamente indigno de un club como el Rayo Vallecano. Que el servidor contra el que apuntaba la web oficial se cayera, por pertenecer a Nueva Rumasa o a quien perteneciera, parecía una razón lógica por la que no había medio oficial atronándonos con su «No se me alboroten», pero que después de tanto tiempo, cada visita a la web del Rayo nos devuelva un color blanco impoluto e insultante, entra dentro del esperpento. Ha llegado el mes de julio y con él, la web desaparecida, los abonos inexistentes, el filial herido de muerte y pendiente de un recurso salvador y el club en manos de tres señores que vendrán a poner algo de orden en un cortijo abandonado a su suerte y en el que los culpables salieron ‘por patas’ y a gorrazos, dejando tras de sí un buen montón de porquería que mejor no remover, por difícil que resulte.
Eso sí, desde el corazón del barrio de Vallecas se sigue esperando ese gesto tranquilizador, ese movimiento definitivo, ese golpe de autoridad encima de una mesa que se sostiene sobre dos patas que están a punto de desmoronarse. Atados de pies y manos, los que mandan, mandan poco, y así es difícil avanzar. Se sigue insistiendo en la paciencia, a jugadores, acreedores, técnicos, afición, medios de comunicación… paciencia, como si no se hubiera tenido hasta ahora. En definitiva, seguimos esperando ese gesto.
