Vallecas recobró su ambiente más cerrado, más espectacular y más caldeado de los últimos tiempos. Con una grada que lamentablemente no se llenó en un partido como el del sábado, pero volcada con los suyos hasta el último segundo, los jugadores del Real Madrid sufrieron 'en sus carnes' la presión de una afición repleta de fe.
Los cerca de once mil aficionados del Rayo Vallecano (salvo aislados grupos de seguidores madridistas diseminados por el conjunto del graderío) llevaron al equipo en busca de una victoria a la que los jugadores les habían enganchado con un inicio de segunda mitad ciertamente espectacular. Los cánticos, los ánimos, el apoyo, el sentimiento de la grada de Vallecas se fusionó con el empuje de los rayistas y, entre todos, maniataron, presionaron e hicieron temblar al gran gigante blanco.
La plantilla vallecana no tiene dudas y, tanto los más veteranos como los últimos en aterrizar, siguen disfrutando cada partido que disputan en casa porque "siempre en las buenas y siempre en las malas", la grada de Vallecas permanece fiel a los suyos.