Quien nos conozca nos lo habrá escuchado decir semanalmente desde hace 5 meses: puede que el Rayo juegue bien, juegue regular o juegue mal... pero cada partido lo compite como si fuera una auténtica final. Y da igual quién sea el rival: un equipo de preferente o el todopoderoso Real Madrid. Incluso es capaz de sobreponerse a una remontada con ayuda arbitral para llevar el partido hasta los minutos finales de auténtica angustia y sufrimiento.

En los escenarios contra los equipos grandes, sabemos que los más pequeños dan el 110% de si mismos cuando no el 1000%. Y la primera parte de los centenarios 'rayi-rojos' es para ver una y otra vez en bucle, ponérsela a los peques de la franja y guardarla en un museo. Presión, intensidad, batalla, clase, fútbol, velocidad...

Los de Íñigo Pérez saltaron al césped de Vallecas conscientes de que no se le podía dejar ni un milisegundo de respiro al Real Madrid. De que las escasas oportunidades de triunfo que podían llevar a los de la Albufera a sumar algo pasaban por ahogar el talento blanco. Los locales eran auténticas balas y los visitantes sólo podían rendirse al juego local.

De Frutos volvió loco a Fran García para ponerle un centro magistral a un solísimo Unai López que la cruzó sutilmente ante Courtois. Rugió el rayismo que pedía más a los suyos. Empezó entonces una batalla abierta. Porque desde el banquillo Ancelotti se dio cuenta de que el partido no lo iban a ganar andando ni con florituras. Tocaba remangarse y bajar al fango.

El Rayo aceptó el desafío y el partido se volvió algo más bronco. Fue entonces cuando el arbitraje empezó a ser escandalosamente parcial. Ni árbitro ni VAR vieron que Rudiger zancadilleó a De Frutos cuando se iba solo a por el cancerbero madridista. Sin problema. Tocaba jugar con menos aunque con un 2-0 a favor. Porque Mumin imitó a Unai López a la salida de otro córner brillantemente puesto por Isi.

El Madrid se fue con todo arriba y apenas unos minutos después Fede Valverde mandó un latigazo desde 25 metros a la cepa del poste derecho de un Batalla al que se llevaron los demonios ante la falta de tensión de sus compañeros. El 2-1 metió a los merengues en el partido y sacó a los rayistas. Y más que iban a estar minutos después cuando Guller pisaba la tibia de Isi con los tacos y era el de Cieza el que se llevaba la tarjeta amarilla. De la posible segunda expulsión a la jugada del 2-2 en esa falta tras un cabezazo de Bellingham que se adelantó a todos siendo el mas listo.

No hubo tiempo para más en la primera mitad pero aún faltaban 45 minutos para vivir una auténtica montaña rusa de emociones. Las que vivió el rayismo que vió como la mala suerte se alió con su rival después de que un disparo de Rodrygo pegara en Ratiu y se colara imparable en la escuadra. Los de la Castellana sin hacer casi nada le habían dado la vuelta al partido con dos jugadores que no tenían que haber seguido sobre el césped. Sin problema. Al Rayo aún le quedaba su barrio, su gente, la que con todo perdido les pidió un último esfuerzo.

Ese sprint, esa falta, ese repliegue, esa lucha, esa brega, ese juego de calidad quedó representado fielmente cuando Isi metía la punterita de su bota izquierda para desviar ligeramente el centro al área de Lejeune. La locura del 3-3 incendió una noche gélida. Un fuego que vive en los corazones de todo un barrio que nunca se rinde ni contra 11 ni contra 14 ni contra una sala VOR que hoy desconectó de sus funciones incluso en un penalti a favor de los de Ancelotti en la recta final del encuentro.

Las ocasiones volaban de un área a otra (descomunal el paradón de Batalla a Vinicius). Un correcalles precioso que nos llevó hasta los 100 minutos de ocasiones, goles y lucha por cada brizna de césped.