Nueva decepción para el Rayo Vallecano. Rubén Baraja movió fichas, intentó dar aire fresco al equipo, apoyado en la misma idea, pero el experimento salió ‘rana’.  El técnico dejó en el banquillo a pesos pesados de la plantilla como Trashorras, Zé Castro o Javi Guerra, pero siguió confiando  en la nula aportación de un Miku muy discutido por la afición franjirroja o de Quini y Embarba, que lo intentaron sin llegar a conseguirlo. No es cuestión de señalar a uno u otro jugador, porque este bloque es un compendio de individualidades sin cohesión ni objetivo aparente.

Todo se puso de cara, para variar, arrebatando peso y valor a las explicaciones del “ir a remolque”, “la presión del marcador” y el centenar de excusas escuchadas partido tras partido.  El gol de Manucho, nada más empezar el choque y en la primera llegada de los franjirrojos al área local, reforzó el objetivo de los vallecanos. Nadar y guardar la ropa, defender y no sufrir, mantener el marcador y esperar que el rival se desquiciara hasta el punto de conceder más opciones en ataque. Otra ocasión de Manucho cerró las posibilidades franjirrojas en un partido que empezó a perderse nada más empezar a ganarse.

El equipo vallecano se pertrechó en terreno propio y subsistió mientras el Valladolid se consumía en pases sin profundidad, en errores de bulto y en escasas intenciones de hacer daño en área contraria. A partir de ahí, el monólogo con balón de los de Herrera hizo que el guión fuera cambiando entre errores vallecanos en defensa y una pizca de mayor intensidad local. Gazzaniga salvó el empate, mientras la afición vallecana, incansable en lo alto del Jose Zorrilla empezaba a barruntar lo que el destino y su equipo les tenían ‘preparado’ para la segunda mitad.

Desde el inicio del segundo período se vio cómo pintaba la cosa, que lamentablemente no era como esperaba el Rayo. El equipo franjirrojo siguió atrás, esperando a su rival y confiando en que su inoperancia ofensiva durase otros cuarenta y cinco minutos más para mantener un marcador tan inmerecido por ambición y juego, que poco a poco se iría diluyendo.

Un arranque de rabia de los vallisoletanos daría la vuelta a la situación, obligando al Rayo a jugar a lo que aparentemente no sabe, que es atacar. El desorden se apoderó de los de Baraja, que terminó echando mano de Trashorras, Alex Moreno y Javi Guerra para intentar arreglar un desaguisado que ya no tendría remedio.

Javi Guerra, en un mano a mano con el meta local, sería incapaz de lograr el empate, dejando a los vallecanos en una situación tan delicada como merecida por su juego y por unos resultados que ni con Baraja ni sin él mejoran. El Rayo está hundido, desmotivado y totalmente perdido. Preocupante situación.