Rubén Baraja se mostró, dentro de su habitual comportamiento comedido, mucho más activo en la banda del Estadio José Zorrilla de Valladolid. El técnico, consciente de lo que se jugaba su equipo, corrigió constantemente la posición de sus jugadores, aplaudió algunas acciones y lamentó, de manera considerable, el segundo gol del Valladolid. Sus gestos no dejaron lugar a dudas.

El técnico arrancó el partido con cara seria, atendiendo a las televisiones en la previa del choque, para pasar a la acción en un partido que empezó bien, pero que poco a poco se iría torciendo. Sus paseos por delante del banquillo, sus entradas y salidas al mismo, sus comentarios con los integrantes del cuerpo técnico y demás miembros del equipo, serían constantes. Dio instrucciones, corrigió posiciones, tuvo momentos de mayor relajación y de meditar lo que estaba sucediendo pero, cuando todo se precipitó, Rubén Baraja estalló. En el cambio de Miku no hizo ningún gesto, indiferencia total hacia el delantero venezolano, algo que cambaría cuando el Valladolid anotó su segundo gol apenas unos minutos más tarde. El técnico vallecano lamentó ostensiblemente este tanto, haciendo gestos claros de desaprobación hacia lo que acababa de presenciar.

Al final, Baraja aplaudió los minutos finales de los suyos, que buscaron con mayor intensidad un empate que no lograrían.