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RAYO VALLECANO. Se impide el acceso a la prensa

Una junta sin Prensa

Escrito por Martes, 30 Mayo 2017

    Opinión. "Si lo que se pretendía era evitar que la imagen del club saliese dañada, se ha conseguido solo en parte, porque la suya, “la del accionista anónimo” y por extensión la del entorno del club, queda mucho más deteriorada todavía".

    Opinión. Lo ocurrido esta mañana y durante todo el día en la ciudad deportiva del Rayo Vallecano ha sido vergonzoso. Ni más ni menos. Que “un accionista anónimo” (mayoritario o minoritario) se parapete y cierre a cal y canto la junta de accionistas para evitar una supuesta mala imagen del club, no hace más que echar más leña al fuego sobre las dudas que la gestión de Martín Presa al frente del Rayo lleva generando desde su llegada.

    Martín Presa es el dueño del club, eso es así porque los Ruiz Mateos se lo vendieron a él. Indiscutible. Es dueño mayoritario, porque en la venta se quedó con todo el “patrimonio” (deudas incluidas, aunque pasadas por concurso de acreedores) de un club histórico como el de Vallecas (ayer mismo cumplía 93 años). Sus decisiones no han podido ser cuestionadas ni fiscalizadas con anterioridad a las mismas, porque en su condición de máximo accionista y propietario de la entidad no las ha consultado con nadie más que con sus propios compañeros de viaje (aunque sobre esto en muchas ocasiones también surgen dudas). Todo esto es así, pero aun siendo así no da derecho moral a “gestionar” una entidad, convertida en empresa hace muchos años, sin tener en cuenta que hay otras muchas cosas que “gestionar”. Los sentimientos de un barrio, de una afición, de una gente, por muy romántico que suene, deben ser tenidos en cuenta. Y eso, una vez más, ha quedado en el olvido. Ese “accionista anónimo” ha ido contra la voluntad de la mayoría de accionistas, y por extensión, la mayoría de rayistas, sin más.

    Impedir la entrada a los medios de comunicación que habitualmente sirven de escaparate y altavoz para destacar lo que sucede en el Rayo Vallecano ha sido la última de las situaciones inverosímiles que se viven en Vallecas. Contar únicamente con la versión de una parte (en este caso la Asociación de Accionistas ADRV a la que en esta ocasión hay que agradecer infinitamente su aportación) no deja de ser eso, la versión de un parte, de una parte además muy interesada. Si lo que se pretendía era evitar que la imagen del club saliese dañada, se ha conseguido solo en parte, porque la suya, “la del accionista anónimo” y por extensión la del entorno del club, queda mucho más deteriorada todavía. Entiendo que eso es lo de menos para algunos, porque al final parecen haber decidido que los movimientos que hay en torno al club, las protestas en el estadio, las solicitudes para que se marchen y todo lo que se está moviendo a su alrededor, no les va a mover un ápice de sus asientos. Eso está claro.

    Limitar el derecho a la información, y digo limitar porque no ha podido ser coartado, es una posición que genera dudas sobre lo que se ha hecho, cómo se ha hecho y por qué se ha hecho. Hablar de Oklahoma, de la situación del estadio, de las deudas, los gastos y las inversiones, debería ser razón suficiente como para que los autores de estas acciones las mostraran públicamente y dijeran a todos los rayistas, no solo a los accionistas minoritarios, sino a todos los vecinos de Vallecas, qué se ha estado cociendo en las cocinas del Estadio de Vallecas y la Ciudad Deportiva. El “accionista anónimo” ha decidido que la imagen del Rayo quedaría más limpia cerrando las puertas y lavando los trapos sucios dentro de casa, algo que no es de recibo cuando durante todos los años anteriores la postura había sido la contraria (incluso Bukaneros tuvo acceso a los ruegos y preguntas en alguna de ellas).

    Luego, lo de dentro ya es otro cantar. Aprobar las cuentas, sacar las propuestas adelante, etc., es fruto de una mayoría absoluta que imposibilita cualquier tipo de debate con sustancia. Y eso, parece que no tiene pinta de ser diferente en los próximos “cincuenta años” aproximadamente. El Rayo merece una imagen más limpia, más transparente, más clara. En la era de la información, en la que un rumor alcanza el estatus de noticia en apenas una milésima de segundo, no se puede permitir tanto oscurantismo y nuestro “accionista anónimo” debería pensar en las consecuencias que su decisión ha provocado.

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