El plazo para crear esa mesa de negociación expira esta tarde y esperamos que todas las partes acudan a ella conscientes de todo lo que tienen que perder. 

 

El Rayo Vallecano ha perdido un tercio de su masa social con respecto a otros años en un contexto de subida las últimas temporadas. Y francamente no creo que se quede en esa cifra vista la movilización que ha dejado casi vacías las taquillas durante toda la semana. A ello hay que sumar las voces de reputados periodistas, influencers, youtubers y rayistas de toda la vida que han manifestado su desacuerdo con la última medida social de Raúl Martín Presa y su Junta Directiva. Hasta el entrenador, Paco Jémez, ha pedido públicamente normalizar las relaciones del club y la afición. 

 

El rayismo, por su parte, pierde a su equipo al que seguía mucho antes de que la actual Junta Directiva llegara y al que seguirá, probablemente, mucho después de que la actual Junta Directiva se vaya. Felicidad en la pertenencia a unos colores y a un sentimiento, diversión fuese cuál fuese el resultado, orgullo por intentar cambiar las cosas desde un humilde barrio en la periferia de Madrid.

 

Lo ideal sería sentarse a negociar sin tener la sensación de que se va a ceder en una relación tan deteriorada que parece imposible de recuperar. Pero si por algo se ha caracterizado el Rayo es por hacer posible lo imposible. Ha llegado la hora de tender la mano, de buscar entre todos el bien de nuestro club, de crecer y aprovechar el potencial que tiene el Rayo y el barrio de Vallecas, de reconocer de una vez por todas que el principal valor de este equipo no es otro que su afición.

 

¿Se puede conseguir todo esto de otra manera?  Sí, se puede. Pero el coste de un conflicto que puede extenderse muchos más años (ya llevamos 8) no es asumible por ninguna de las partes. Es la hora de negociar, la hora de escuchar y ser escuchado, la hora de no creerse más ni mejor que nadie.

 

Todos tenemos algo que perder. Nadie quiere un equipo sin afición ni una afición sin equipo.