Opinión. Llegó hace cuatro años a Vallecas y ya en su presentación dejó claros sus valores, sus intenciones y, sobre todo, y por encima de todo, su personalidad. Alberto García hoy ha hecho público lo que ya estaba decidido hace tiempo. De hecho no se despidió hoy de sus compañeros, lo hizo semanas atrás. Hoy, la escenificación final, con un precioso y emotivo vídeo (por fin el Rayo hace algo con gusto y con sensibilidad) ha puesto el broche de oro a cuatro años que van mucho más allá de lo deportivo, porque Alberto trascendió desde aquella primera rueda de prensa todos los límites. Llegó diciendo que "mi familia quería estar hoy conmigo por los valores que representa el Rayo en sus camisetas. Cosas que en mi vida personal ha sufrido mi familia es lo que representa este club en sus camisetas y estar aquí no es solo un hecho deportivo, sino un hecho personal, de crecer con una institución que en el campo plasma algo bonito, pero fuera del campo representa unos valores que pocos clubes llevan a cabo. Eso no lo digo yo, lo dicen las camisetas que tiene el Rayo, lo que representa y demuestra a nivel social. Mi estancia en el Rayo no es solo deportiva, por lo que pueda vivir en el campo, que ojalá pueda vivir algo bonito, sino por lo que representa en cuanto a valores sociales, que creo que eso se está perdiendo hoy en día en nuestra sociedad. Mi familia y yo estamos encantados de poder continuar mi carrera en un club como este". Toda una declaración de intenciones nada más llegaar, sin duda.

Estoy seguro que Alberto no tenía toda la perspectiva de lo que significaba ser un referente en Vallecas, ser el capitán del Santa Inés. Siempre me habló de la responsabilidad que suponía ser el capitán de este barco. Ser capitán dentro del vestuario, pero además liderar a la plantilla también fuera, es un reto al alcance de muy pocos. Alberto no ha vivido un camino de rosas en Vallecas, nadie lo hace, él no iba a ser una excepción. Tuvo que torear momentos complicados dentro de ese vestuario y, además, tuvo que dar la cara para defender situaciones que suponían una confrontación con quien ya sabéis.

Alberto, en aquella rueda de prensa que nos impactó a todos, no esperaba que cuatro años después una maldita lesión de rodilla le sacara de ese día a día que tanto ha disfrutado y que tan bien ha sabido defender. Un ascenso y un descenso en sus dos primeras temporadas darían paso al año de la pandemia y de la lesión que le ha sacado definitivamente de la rueda. Atrás queda el calvario del quirófano, de las largas y duras sesiones de recuperación, de ver que la cosa no salía para adelante. Vivió momentos complicados junto a su inesperada 'alma gemela' Bebé, siempre bajo la tutela del Doctor Beceiro, otra institución en Vallecas. El ascenso también es cosa suya, aunque desde una perspectiva diferente.

Hoy ha sido la culminación de momentos durísimos que Alberto ha tenido que llevar sobre su espalda durante larguísimos meses. Pero no me gustaría quedarme con la retirada de un futbolista, sino con lo que personalmente ha aportado para muchos. Sé que muchos aficionados tienen 'anécdotas' personales con un futbolista cercano, con una persona que abarcaba mucho más de lo normal. Todavía recuerdo aquella charla dirigida a unos chavales en un colegio, unos chavales que seguramente ni antes ni después estuvieron tan atentos a lo que alguien les contaba. Ese es Alberto García, un futbolista que va mucho más allá.

Las muestras de cariño para Alberto, el capitán del Santa Inés, han llegado desde todos los rincones de nuestro país. Multitud de aficionados de los equipos que defendió, principalmente Murcia, Córdoba, Sporting, Getafe y nuestro Rayo, han querido mostrarle sus respetos. Y no tengo ninguna duda de que Alberto, una vez digerido este mal trago, sabrá quedarse con estos 'abrazos', que se suman a los de tantos y tantos compañeros que también quisieron dedicarle unas palabras a lo largo del día.

Creo que el Rayo debería aprovechar el potencial humano (también el académico, por supuesto, porque es un profesional preparado) y debería hacerle un hueco más pronto que tarde en algún rincón de su maltrecho organigrama. La duda que me queda es saber si Alberto estará dispuesto a malgastar sus energías y dicho potencial en un club como el Rayo. De momento, se separan sus caminos. Ojalá un día, la franja que seguro que ha marcado su corazón para siempre, le recuerde que tiene un hueco en Vallecas y, por encima de todo, en la mente y en los corazones de tantos rayistas que le agradecen sus esfuerzos por hacer que nuestro Rayo fuera un club mejor y más respetado. Alberto, esto no es un adiós, es un hasta pronto. Gracias por todo y mucha suerte.