Opinión. A las personas se las valora por sus actos, por su comportamiento, por su día a día. Y cuando uno es querido allá donde va, la casualidad deja paso a las razones que provocan tanto cariño. El ejemplo con mayúsculas es Míchel I de Vallecas. En Girona le adoran, y muchos podrían pensar que es porque el equipo juega bien o porque es líder. Pero no, el cariño viene más por lo personal, porque Míchel se integró desde el primer día, porque Míchel quiso aprender desde su llegada todo lo que envuelve al lugar donde iba a trabajar. Empezó a hablar en su idioma nada más llegar y quiso sentirse uno más tras aterrizar en Girona. ¿Alguien duda que el cariño sea sincero?

Pero más allá de esto, que es significativo, lo de Vallecas es de un nivel superior. El recibimiento a Míchel, con aplauso unánime de la grada, la pancarta recordando a su abuela, que como dijo el propio Míchel fue una persona muy importante en su vida y los aplausos y los cánticos tras llevarse la victoria de Vallecas son algo excepcional. Una vez más, muchos podrían pensar que fue por ascender a Primera División o por haber sido capitán en tiempos duros, y sí, claro que es por eso, pero aquí hay mucho más. Porque Míchel es humilde y buena persona y porque Míchel es y quiere ser estandarte de Vallecas lejos de Vallecas.

Me encanta escucharle hablar de su Vallecas natal, de su arraigo, de su orgullo de barrio, de su gente, de su abuela, de la afición del Rayo y del propio Rayo, que nunca dejará de ser su equipo, su casa. Da gusto escuchar y ver cómo se emociona en momentos como los vividos este sábado. Y da gusto ver cómo la gente de su barrio le devuelve todo con una maestría inigualable. Extraordinario momento el vivido en Vallecas por gente extraordinaria con un Míchel que es extraordinario. Así da gusto…