Puede que vierais en directo en el estadio o después en las redes sociales (curiosamente los medios de comunicación generalistas y deportivos no se han hecho eco) el gesto de Vinicius a la grada del fondo del estadio de Vallecas en la retirada de los equipos tras el Rayo Vallecano 3-3 Real Madrid.
El brasileño, con el que el Rayo Vallecano se solidarizó en un partido Madrid - Rayo de la pasada campaña compartiendo lemas antirracistas tras un vergonzoso episodio racista vivido en Valencia, decidió que la mejor respuesta a los irónicos y sarcásticos cánticos de "Vinicius, balón de playa" que se corearon en algunos momentos desde algunas gradas era decir que el equipo iba a bajar a segunda división.
En su cabeza, probablemente, la respuesta a la provocación sonaba espectacular. Quizá imaginó que el rayista medio iba a responder con algún insulto racista a su gesto logrando así volver a tener razón sobre el racismo en España. Pero en Vallecas pinchó en hueso. Porque este barrio odia a los racistas y, salvo excepciones tan lamentables como aisladas, aquí pocos se fijan en el color de la piel pero sí en la actitud que los 'grandes' tienen con los 'pequeños'.
No sabemos si el gesto a la grada de Vallekas de Vinicius es para mandarnos a 2ª división, para confirmarnos el puesto en el que quedó en el Balón de Oro o para explicarnos que debió ver 2 amarillas por decir al árbitro "fódase"
— Pasión por el Rayo/PxR Radio (@pasionporelrayo) December 15, 2024
Sácanos de dudas @vinijrpic.twitter.com/QL2Y0DYXMw
Vinicius mandó al rayismo a segunda como si jugar en la categoría de plata fuera algo malo. Una deshonra. Los 4000 rayistas que se chuparon 4 años de Segunda B de forma consecutiva hace ahora dos décadas, hubieran firmado con sangre haber podido jugar en Segunda ese tiempo. La construcción de la identidad de este club parte, en buena medida, de los casi 1500 partidos que ha jugado en Segunda (la última, el Rayo de Iraola) defendiendo lo que al jugador del Madrid le falta: humildad.
Las cámaras de televisión y la Liga acechan las gradas de los estadios a la caza de los gestos racistas contra Vinicius. Me parece bien. Esa gente sobra en el fútbol, en la sociedad y si me apuran hasta en la vida. Pero los gestos desde el césped a la grada tampoco deberían permitirse.
No estoy pidiendo aquí ninguna sanción para el futbolista (que probablemente no la vaya a haber). Me da igual si se disculpa públicamente, si escribe una carta a los Reyes Magos pidiendo perdón o si Netflix decide rodar otro documental sobre su legendaria figura y cómo los terribles vallecanos le provocaron cantándole "balón de playa". Su gesto y su actitud ya son suficiente castigo...
Porque la deshonra no es pelear por no bajar a segunda sino ser como tú.