El Rayo Vallecano fue valiente desde el primer al último minuto de su eliminatoria con el F.C. Barcelona. Andoni Iraola entendió que la mejor manera de incomodar al equipo dirigido por Ronald Koeman era achicando al máximo los espacios y pidió a los suyos que adelantaran la línea defensiva hasta el medio del campo. La intención era clara, que la presión surtiera efecto y que si superaban la primera línea no hubiera apenas sitio para hacer circular el balón. El riesgo se asumía en la velocidad de los extremos del cuadro catalán o en algún despiste al tirar la línea del fuera del juego. Cuando las fuerzas estuvieron casi intactas el equipo de Iraola aguantó bien esas acciones, pero en la segunda mitad una jugada en la que no se apretó a De Jong en el medio permitió enviar un balón para Griezzman que terminaría finalizando Leo Messi en el gol del empate.
Otro balón puesto a la espalda del lateral derecho, ocupado en ese momento por Fran García, permitió a Jordi Alba llegar hasta la línea de fondo para poner el pase de la muerte que remató De Jong a placer.
El equipo se vació en la presión, en el trabajo solidario y al final no consiguió el premio buscado.