El Rayo Vallecano buscaba 'cenarse' a un grande en Vallecas para celebrar el día del padre. Un derbi bonito, un derbi intenso, un derbi que volvió a verse empañado en su arranque por las protestas del fondo de Vallecas. Otra vez, el día a día en este club y en esta grada.

El partido arrancó con un Rayo que miró a los ojos del Atlético y le mostró que hoy podría encontrarse de todo... menos miedo. Y en ese "de todo" estaba incluida la valentía de los de Iraola, la bravura de un barrio que para nada era inferior, diferente sí, pero no inferior, y el trabajo, aderezado con buen fútbol de un equipo que sigue mostrando mayor nivel del que indica a día de hoy su clasificación.

Los primeros minutos fueron intensos, físicos y muy igualados. El Atleti generaba peligro en las acciones a balón parado y en las llegadas de Griezmann y Joao Félix, mientras los franjirrojos amasaban sus acciones en busca de un centro o de un remate que no llegaba. Los porteros no sufrían en exceso, Dimitrievski con algún susto más que Oblak, mientras el choque se oscurecía y quedaba pendiente de una genialidad. Lo buscaban los atléticos por la derecha, donde se descolgaba Griezmann, y lo buscaba el Rayo por el centro, con el peso específico de Oscar Trejo.

El Rayo hundía por momentos al equipo de un Simeone que vivía con intensidad el choque en la banda. No le importaba ceder campo y protagonismo con el balón, porque buscaba una jugada de salida rápida. Valentín se multiplicaba en el centro del campo para tapar las acciones de Koke y De Paul y el Rayo lo agradecía. Incansable trabajo del mediocentro defensivo, siempre generoso en el esfuerzo. 

Así se consumió una buena primera parte del Rayo ante un Atlético que ni jugaba ni quería dejar jugar y que buscaba con insistencia los envíos largos para la velocidad de sus hombres de arriba. Empate a casi todo en una intensísima primera mitad jugada de tú a tú que acabó con las protestas de los vallecanos hacia el colegiado por el criterio al señalar infracciones de unos y otros.

La segunda mitad arrancó de la peor manera posible para los intereses de un equipo que, de repente, se veía teniendo que remar contracorriente. Koke, un vallecano en territorio rojiblanco, cruzó el balón lejos del alcance de Dimitrievski. Lo peor, ir por debajo, lo mejor, que había tiempo suficiente para recomponerse.

El partido entró en el momento de máximo auge franjirrojo. Primero Guardiola estuvo a punto de lograr el empate y después Mario Suárez, gran partido el suyo, obligaba a Oblak a intervenir para salvar la igualada. El Rayo dominaba el partido y creía en sus opciones mientras Iraola miraba a su banquillo para buscar más madera. Lo hizo con Isi y Pathe Ciss, sustituyendo a Bebé y Comesaña.

La intensidad del Rayo seguía al mismo nivel y el fútbol se desarrollaba principalmente en campo colchonero. Los vallecanos apretaban, sin inquietar en exceso a Oblak, pero seguían mandando en un choque que vivió la expulsión de Correa en los minutos finales y el empuje de los de Iraola en busca de un empate que no llegó. Otra derrota para el Rayo que sigue teniendo margen con el descenso, pero que necesita sumar puntos para sellar una salvación que, por fútbol merece, pero que no termina de finiquitar.