Opinión. Leo y escucho las quejas de los aficionados del Cádiz, les cambio la camiseta y leo entonces las quejas de los aficionados del Rayo, y los del Valladolid y los del Deportivo y "su vaca" y los de tantos y tantos aficionados a este deporte, deporte sí, negocio para unos pocos también, pero DEPORTE con mayúsculas. Es inadmisible, vergonzoso y patético que cada fin de semana haya una guerra tras otra con los dichosos 'elementos de animación'. Es penoso que se diga por un lado que avisándolo por escrito, siendo aceptado y admitido todo funciona, pero por otro que siempre haya mil problemas a la hora de la verdad. Y entonces surge la pregunta del millón "¿Qué narices le está pasando a nuestro fútbol?". Pancartas, bombos, banderas, megáfonos, determinadas bufandas,.. las restricciones alcanzan todos los niveles imaginables.
Es lamentable que la afición del Cádiz no pueda animar a su equipo en el Estadio de Vallecas como lo hace en el Carranza, igual de impresentable cuando es al contrario o cuando les pasa a otros. Es de estudiar la persecución que se hace a las aficiones (no hablo de grupos ultras declarados como tal), el seguimiento, el control, el número de D.N.I., dónde vas a estar alojado, qué vas a hacer y dónde tienes pensado ir... ¿en serio? Unos dicen que es por su seguridad, otros ven un control desmesurado y desproporcionado con gente cuyo único objetivo es pasar un fin de semana de fiesta con la excusa de animar a su equipo de fútbol.
¿Qué le está pasando a nuestro fútbol? Las medidas restrictivas sin una explicación lógica son desesperantes. Que el fútbol se haya convertido en un espectáculo dirigido únicamente a la comodidad de las televisiones no tiene más sentido que el de seguir engordando los bolsillos de los que se forran a costa de estos pobres 'chalaos' que se meten una noche entera de viaje para animar a su Cádiz, a su Rayo o a su Cultural o su Sporting de turno, por poner nombres de ejemplo de los muchos que hay. Ya hemos hablado muchas veces del monocromático de las gradas (si me lo dicen hace unos años mi carcajada se hubiera escuchado en la Tacita de Plata), o de las sanciones por no llenar la 'grada de la tele' o la idiotez de indicar a qué hora exacta debe saltar el 'manguerazo' para regar un poco el verde, o si la formación inicial se tiene que situar a cinco o si no a diez metros de la banda. Así está el circo del fútbol profesional actual, ese en el que los medios pequeños como nosotros dentro de poco empezaremos a estorbar. Ley del fútbol negocio este que engulle todo lo que pilla y no le reporta beneficios directos para seguir engordando sus agradecidos bolsillos.
Me fastidia sobremanera que sea Vallecas el lugar donde otros no pueden pasar como si fuera su propia casa. Mucho más me duele cuando esos otros, además, son amigos y más que bien recibidos. En serio, el fútbol actual necesita una renovación a todos los niveles, una renovación que limpie por completo el afán por hacer dinero y complacer solo a unos cuantos, el afán por ningunear y enfadar a la gente del fútbol, a las aficiones, a los futboleros, a los aficionados, socios, seguidores, simpatizantes y toda esa 'fauna', porque seguro que nos ven como tal, que cada quince días se deja tiempo y dinero para hacer algo que mantiene vivo el espectáculo.
Por favor, señores mandamases del fútbol, salgan de una vez de sus despachos, bajen al nivel de la calle, aparquen sus cochazos y viajen en un autocar, recuerden (si alguna vez han vivido el fútbol) cómo es este mundo por dentro. Dejen de inventar, de regular, de prohibir, de sancionar, de amenazar... dejen vivir y, sobre todo, dejen que la gente del fútbol disfrute con su fútbol. ¿Tan difícil es? Unos bombos, unas pancartas, unas banderas y unos megáfonos no creo que hagan tanto daño.
