Opinión. Hoy era un día especial. Después de doce años ha sido como un 'redebut', como una vuelta a los orígenes. Sentir esos nervios de nuevo por llegar a tiempo para empezar el directo, montar maquetas para la crónica posterior, ubicarte, sentir que estabas de nuevo en tu casa. Ese sentimiento especial que desde hace muchos años me acompañaba cada quince días en Vallecas (y también en tantos y tantos otros lugares fuera del barrio). Cuando después de tanto tiempo vi que volvíamos a casa fue una liberación, un sentimiento de alivio que no puedo explicar más que con la alegría de poder hacer lo que quiero, donde quiero y para quien quiero. De esas tres cosas durante el último año sólo pude cumplir dos, me faltaba el "dónde" y hoy pude recuperarlo. Contento por volver a Vallecas.

Contento por volver a Vallecas, pero triste y apagado por cómo está Vallecas. Para alguien como yo que ha vivido tantas historias en ese estadio, rodeado de su gente, celebrando los éxitos y ahogando las miserias con conocidos y desconocidos que como yo sienten el fútbol como algo propio y sienten el Rayo como algo nuestro, lo de esta noche ha sido un choque de sentimientos brutal y difícil de conjugar y de explicar. La alegría de volver a Vallecas quedó eclipsada por ese silencio demoledor de un estadio de 14.000 almas en el que se oía a Dimitrievski ordenar a su defensa o pedir al equipo que moviera el balón, en el que se oían los gritos de dolor por una patada o un golpe en la cara del rival, los lamentos de los futbolistas por las ocasiones falladas e incluso el golpeo del balón en cada lanzamiento. Nunca me imaginé, cuando inicié la 'batalla' legal por recuperar nuestro sitio en el Estadio de Vallecas, cuando movimos los papeles que nos permitían volver, cuando pagamos lo que nos pedían para poder cumplir todos los requisitos, nunca imaginé que mi regreso sería en estas condiciones. Agridulce podría ser un calificativo, triste, sin duda, es otro.

Me da pena no poder disfrutar de "La vida pirata", me entristece mucho disfrutar de una goleada de cuatro goles, ¡¡cuatro!!, y que parezca que no ha pasado nada. Me duele pensar en todos esos aficionados que como yo hace unos días, os tenéis que conformar con ver el partido por la televisión, escucharlo por la radio o leerlo en el directo que con todo el cariño hice desde el propio estadio. Duele, este fútbol duele, este fútbol es una mentira y marca para siempre. Ver el Estadio de Vallecas con esa  gran pancarta que Martín Presa pidió para homenajear a los que ya no están con nosotros por culpa de la pandemia es tremendamente impresionante. Me disgusta mucho pensar que mi alegría por volver, por volver a sentir que lo que hacemos tiene sentido (aunque nunca dejara de tenerlo), choca frontalmente con ese silencio abrumador, con esa sensación de vacío inexplicable, con esa tristeza de ver cómo algo que amabas se ha convertido en una escenificación sin más, sin alma, sin sentido, sin amor, sin significado.

Hoy era un día especial, ha sido un día especial. Me hubiera gustado poder compartirlo de otra manera con toda esa gente del Rayo a la que tanto quiero, me hubiera encantado enviar esos mensajes privados repletos de cariño para los que sé que disfrutan tanto como yo viendo ganar a su Rayo, con los que estoy seguro que en otras circunstancias me hubieran escrito para alegrarse conmigo de nuestra vuelta a Vallecas. No fue así. Estoy contento, pero también estoy triste, tremendamente triste. Qué pena todo.

Miguel A. Tejeda (Director de PxR)