Opinión. La vuelta a Vallecas ha sido dura, muy dura. Elche me dejó frío, helado, por inesperado, porque confiaba en que el equipo no tropezaría dos veces contra un rival que, con todos los respetos, tiene más limitaciones futbolísticas que los nuestros, y porque la situación se empieza a poner fea.

Tengo que reconocer que yo formo parte de los que creen que esta plantilla tiene un perfil alto, tengo que reconocer que, cuando me han preguntado, siempre he dicho que este Rayo podía hacer grandes cosas, pero también tengo que reconocer que lo que pintaba muy bien, se empieza a torcer.

Ahora no es momento de lamentos, ni de acusaciones, ni de culpabilidades, no es momento de hablar de si Jémez seguirá uno, dos, quince o ningún año al frente del equipo, no es momento de criticar a este o aquel jugador por su evidente bajo nivel, no es momento de mirar al palco, ni siquiera de pedir responsabilidades a Felipe Miñambres si las cosas no funcionan.

El Rayo tiene la gran suerte, la inmensa suerte, de contar con la mejor afición de España y eso volverá a quedar patente de nuevo, sobre todo ahora que se empiezan a torcer las cosas, ahora que Leo y Bueno no aciertan con la portería, ahora que Trashorras da un paso adelante y dos atrás, ahora que Abdoulaye o Zé alternan un gesto maravilloso con un error de bulto. Pero ojo, porque antes de que empiecen a escucharse los murmullos de turno, los silbidos, los abucheos o la mofa hacia alguno de nuestros jugadores, porque también hay quien se dedica a esto, quiero anticiparme y volver a gritar como lo hice la temporada pasada que ¡yo, creo! Creo en la filosofía del club, sin recursos y amasando plantillas que sobreviven en la jungla de Primera, creo en la idea del entrenador, pese a desquiciarme por momentos con su cabezonería, creo en la calidad de los jugadores, con Kakuta, Bueno, Trashorras, Leo... y creo en la gente de Vallecas.

El Rayo no camina solo. Este club ha sido capaz de volver a sacar la cabeza cuando todos lo daban por desaparecido, o casi, este equipo ha sido ejemplo en España y fuera de nuestras fronteras por su forma de jugar al fútbol y este barrio ha sido portada de periódicos y telediarios por su compromiso social y por su amor a unos colores que ahora, como en otras cien mil ocasiones, vuelven a demandar su apoyo y su comprensión, su aliento y su compañía, su fuerza y su empuje. Vallecas no cuenta con más de diez mil aficionados, sino que presume de tener un ejército preparado para las mayores batallas que se puedan presentar.

Primero será el Villarreal, después San Mamés, llegará el Levante, nos daremos una vuelta por el Camp Nou y recibiremos de manera consecutiva a Granada y Málaga. Será ahí donde la afición del Rayo vuelva a demostrar lo que ha hecho durante décadas, apoyar a su equipo, ser consciente de las limitaciones de su equipo, saber que los presupuestos y las plantillas, de mayor o menor calidad aparentemente, no son nada sin toda esa gente que cada fin de semana se pone su camiseta, coge su bufanda y se dirige al Estadio. El Rayo necesita a Vallecas, Vallecas necesita al Rayo. Una ecuación que solo puede tener un resultado: el éxito.¡Aúpa Rayo!