Opinión. Sobran las palabras para hablar de San Mamés, del antiguo y del nuevo, de San Mamés a secas. Sobran las palabras porque los sentidos lo acaparan todo, porque los sentimientos lo inundan todo. No hay sitio igual para jugar al fútbol, para ver el fútbol, para sentir el fútbol. Siempre he pensado que no hay sitio igual para disfrutar del fútbol como en los campos del norte, esos estadios con sabor al balompié de toda la vida, con reminiscencias de los clásicos campos ingleses, con aficiones como no las hay en otros lugares. Siempre he pensado que en San Sebastián o Bilbao, que por fortuna podemos visitar en estos años de bonanza futbolística, el fútbol tiene un significado diferente al que tiene en otros lugares de España.
El Rayo visita San Mamés, la catedral, el reino, el imperio.... San Mamés. Todavía resuenan en mis oídos los últimos ecos del viejo estadio, aquel que siempre quise visitar, aquel que siempre quise ver vibrar, aquel en el que el Rayo sumó una victoria histórica, la última posibilidad de la franja en aquel reducto de estadio de los que gustan, con ambientes cerrados, esos que se palpan y se saborean hasta el último instante.
Al nuevo y flamante estadio de Bilbao, del Athletic Club, llega un equipo pequeño en infraestructura, en medios, en dinero, pero grande en corazón, en orgullo y en espíritu. El Rayo Vallecano volverá a plantarse en una de esas plazas a las que gusta ir, mirará hacia arriba y verá a cientos de 'guerreros franjirrojos' que un año más se dejan dinero, tiempo y esperanza para animar a unos jugadores que, en su gran mayoría, deberían saborear la ocasión como la saboreo yo, con ese mismo sentimiento de orgullo y alegría porque, el Rayo, señoras y señores, el de Vallecas sí, el Rayo, juega en Primera y juega en San Mamés.
Más allá de los importantes puntos en juego, más allá del puesto de cada cual en la tabla, más allá de la rivalidad deportiva que pueda existir entre dos clubes concebidos para luchar por objetivos muy diferentes, más allá de todo eso está la gente de uno y otro lado. Esas aficiones que se respetan, se quieren y se acogen como hermanos, esos seguidores que intercambian bufandas, camisetas y lo que se tercie, esas gentes que demuestran al mundo entero cómo se debería vivir la fiesta del deporte, la fiesta del fútbol, en todas partes.
Ahtletic y Rayo, Rayo y Athletic, dos clubes unidos por el corazón de su afición, dos clubes unidos por el sentimiento, dos clubes unidos por el fútbol. Larga vida al fútbol de hermanos, larga vida a los Rayo-Athletic y viceversa.
