Opinión. Se acabó el 2019. Esto en sí mismo no es ni bueno ni malo, ni todo lo contrario. Es ley de vida, todo lo que empieza acaba y este año también llega a su fin. En Vallecas, en cambio, que se acabe este año es una gran noticia tanto en lo deportivo como en lo extradeportivo, en lo que sucede dentro del terreno de juego, como en lo que se juega fuera del Estadio de Vallecas. Un año desastroso a todos los niveles. Un año que sólo ha servido para dividir y que, lejos de aportar nada positivo, nos ha devuelto a los peores momentos de la franja.

Deportivamente se consumó el descenso a Segunda después de dejarnos por el camino buena parte del prestigio de equipo que jugaba bien al fútbol y tras defenestrar a un vallecano y rayista como Míchel. La excusa de que el equipo necesitaba un cambio para reaccionar tampoco sirvió en esta ocasión y la llegada de Jémez confirmó los malos augurios que mostraba un equipo que terminó siendo el peor de la categoría y que nunca estuvo enganchado a ninguna opción de salvación.

La vuelta a la Segunda División, siendo favorito, siendo equipo aspirante a todo, siendo cabeza de ratón no ha servido para mejorar las sensaciones. El equipo termina el año más lejos que cerca de su objetivo de luchar por el ascenso y tener un presupuesto mareante para la categoría, junto al del Girona y el Huesca, no ha sido razón suficiente para que el Rayo esté donde se supone que debería estar. La segunda vuelta debe ser muy muy buena si no queremos despedirnos de manera definitiva de cualquier opción de regresar a la supuestamente mejor liga del mundo.

Y si las cosas marchan mal dentro del terreno de juego, lo de fuera es peor todavía. La guerra abierta, con Bukaneros y el resto de peñas en un constante enfrentamiento con la directiva y el presidente del club, no tiene ningún atisbo de solucionarse, porque cada día sus posturas están más enfrentadas. Los abonos, el carnet del femenino, la carrera del rayismo, los abonos infantiles y de discapacitados, la huelga de animación, las pintadas en el estadio y la ciudad deportiva, los constantes choques entre los dirigentes y la masa social han tenido su punto culminante, para cerrar el año, en el ‘caso Zozulia’. Otra vez el club y la afición vuelven a ir en direcciones totalmente opuestas. Otra vez, el club se posiciona lejos de sus aficionados. Otra vez vemos cómo las posturas de unos, incluidos jugadores y cuerpo técnico, y otros, los aficionados del Rayo, están a años luz.

Sería un iluso si pensara que el nuevo año va a suponer la salvación del Rayo a nivel institucional. Sería muy poco inteligente si creyera que esto tiene solución. Sería un auténtico irresponsable si vendiera que la guerra está cercana a finalizar. Lo siento, pero no puedo hacerlo. No puedo decir lo que no creo. Esto tiene muy mala pinta porque incluso seguidores moderados, dialogantes, tranquilos y muy conciliadores han perdido la paciencia y, sobre todo, la esperanza. El Rayo necesita curarse a todos los niveles y, mucho me temo, que eso no sucederá en un año, ni en dos… Ahora decimos adiós a este triste 2019. Solo espero que el 2020 sea mejor, a pesar de todo.