Opinión. Podríamos decir que ha llegado la hora de la verdad. Van unas cuantas y todavía espera alguna más en el horizonte. El camino de piedras que se ha encontrado este equipo ha sido inmenso, tremendo. Los chavales de Mariano Madrid, verdes en sus inicios, aprendieron a sufrir, aprendieron a jugar juntos, aprendieron un sistema, una forma de juego, una forma de vida, en definitiva, aprendieron 'a quererse'. Formaron un vestuario unido, feliz y contundente. Su juventud delataba inexperiencia al principio y ahora, en cambio, demuestra madurez. Pero de nada habrá servido tanto trabajo, tanto esfuerzo y tanto sacrificio si el domingo se cortan las alas de un equipo que quiere seguir volando alto y que espera reencontrarse con la Segunda B. ¿Se lo merecen? Seguramente. Pero aquí de nada valen merecimientos, aquí solo cuentan los hechos, los goles y las victorias, sin más.

El espíritu de Hospitalet será el ejemplo que Ismael, eterno capitán del filial, muestre a sus compañeros antes de despedirse del segundo equipo del Rayo. Su camino acaba este año y su despedida no puede ser amarga. Eso sí que no es merecido. Isma no merece ver a más compañeros llorar, ya tuvo una buena ración el año pasado en Valdebebas. Este Rayo B, tremendamente dotado para la práctica de este deporte, que enamoró desde el primer día a sus incondicionales en la Ciudad Deportiva, se ha encontrado con un 'hueso', uno de esos equipos que saben lo que quieren y cómo lo quieren. Desesperaron a la parroquia vallecana en la ida, pero esto es fútbol, para lo bueno y para lo malo. El Linares Deportivo, con sus armas, ganó en Vallecas y ahora, con el apoyo de una grada encendida por más de una tontería 'vía twitter', buscará dejar fuera a un equipo que demostró ser mucho mejor en el trato del balón, mucho más serio en la creación de fútbol, pero mucho más inocente en la zona en la que los equipos se visten por los pies, en la zona de definición.

El domingo, en Linarejos, el Rayo B se encontrará en el lugar más parecido al 'infierno' (deportivamente hablando, no vayan a interpretarse mal mis palabras y sigamos encendiendo debates estériles y provocando malos rollos). La grada a reventar, un equipo rocoso, guerrero, curtido en mil batallas y como dicen en sudamérica, 'canchero'. Ya dejaron su carta de presentación en un estadio de Primera y no tendrán ningún complejo en volver a repetirlo en su casa. Nanclares lo sufrió desde que entró al campo, también Embarba y luego Saballs y todos los demás. Su juventud, arma favorable en un deporte como el fútbol en el que la frescura es un punto a favor, podría pasarles factura. Es ahí donde todos estos chicos empezarán a demostrar que están hechos para esto, que el Rayo o cualquier otro equipo importante les espera a la vuelta de la esquina. Para triunfar en Vallecas hay que hacerlo en Linares, no queda otra. Ahí es donde hay que demostrar no solo el amor por un escudo, una camiseta y una afición, sobradamente demostrado por todos ellos, sino la capacidad de aguante. Este equipo tiene mimbres, tiene madera de una categoría muy superior y la única duda, mínima, que me plantea, es su condición anímica y su nivel de sufrimiento. Ellos saben que para llegar al Bernabéu, al Calderón o al Camp Nou, hay que pasar por Linarejos y que, ocurra lo que ocurra el domingo, éste nunca será un partido más.

En Vallecas se quedan muchos niños, muchos aficionados que estarán pendientes de su 'Rayito', el equipo del futuro, mientras en Linares se libra una batalla que les convierta en hombres, futbolísticamente hablando. Alguno de ellos ya sabe lo que es trabajar con los mayores. Isma, Rubén Ramiro, Mario y, sobre todo, Embarba, saben cómo se vive en un vestuario de Primera División, su futuro. El domingo deberán agarrarse con todas las fuerzas a un vestuario de Tercera para lograr el éxito. Linarejos, un presente con sabor a futuro.