Opinión. Hace tiempo que llevamos reclamando que el Rayo Vallecano debía crecer, debía estructurarse, debía ser más club. Y hace tiempo que venimos contando que, lejos de eso, lo que le ocurre es todo lo contrario.

El Rayo es su presidente y nada más. No hay departamento de marketing, el contable se marcha, el jefe de taquillas se marcha, la abogada se marcha y hasta el director general termina saliendo.

El Rayo está a años luz de cualquier club, hasta del más pequeño. Aquí no se delega nada, todo pasa por la mesa del presidente, todo pasa por la firma del presidente, todo pasa por el ok del presidente.

Que alguien me explique cómo es posible avanzar así, cómo es posible conseguir que algo salga bien. Si una persona se tiene que encargar de dar el visto bueno a las equipaciones, a los fichajes, a las salidas de jugadores, a la renovación del entrenador, al precio de los abonos y las entradas de cada partido… y a un sinfín de cuestiones que, en cualquier club decente, estarían haciendo grandes profesionales con la confianza del presidente. Que alguien me explique si todo esto es normal.

Yo no soy un experto en gestión de empresas, no tengo una dilatada trayectoria en la representación de grandes marcas, ni siquiera de pequeñas, pero con algo de sentido común logro entender que si todo lo que sucede en un club de fútbol profesional del nivel del Rayo Vallecano pasa por la decisión de una única persona, aunque fuera superman (que no es el caso), es imposible que las cosas salgan bien.

Hace tiempo que llevamos reclamando que el Rayo tuviera sus secciones y parcelas independientes que le permitan mejorar. Hace tiempo que llevamos reclamando que el Rayo no se descomponga poco a poco. Y hace tiempo que venimos comprobando que, por mucho que lo pidamos, el resultado es que el presidente decide todo lo contrario. Así nos luce el pelo.