Dolor y tristeza  por partes iguales. Sensaciones que se mezclan cuando se va uno de los nuestros, cuando con catorce años deja de estar con los suyos, cuando su corta vida acaba de golpe y deja a familiares y amigos con ese dolor profundo que, unas horas después parece imposible de superar, es imposible de superar. Jorge tenía solo catorce años y era del Rayo, muy del Rayo. Las lágrimas inundan los ojos de quienes le conocían y David, uno de ellos, me dice, todavía sobrecogido por la noticia, que "Jorgito era un gran amigo, compañero... y sobre todo persona que supo adaptarse a todo y a todos". Me lo dice alguien que sabe reconocer a la buena gente a su alrededor, me lo dice alguien que conocía a Jorge y conoce a su familia.

David fue su entrenador durante una temporada, cuando Jorge jugaba en el Adepo Palomeras, cuando la ilusión y la inocencia del niño que era le hacían soñar con ser futbolista, le hacían disfrutar siendo futbolista. Aquel día que Jorge bajó al césped del Estadio de Vallecas con otros amigos suyos, lo disfrutó a lo grande. Lo recuerdo perfectamente por otra razón que no viene al caso. Yo mismo les hice aquella foto repleta de ilusión. Los nervios del momento antes de salir al césped, colocarse junto a sus "ídolos" para aquellas instantáneas con el equipo... Cosas de niños.

David me dice: "Solo nos queda decirte gracias, gracias y gracias por todos los momentos vividos juntos. Que sigas disfrutando y sufriendo con nuestra franja, con tu franja. Grande Jorge. Descansa en Paz". Y las lágrimas vuelven a inundar los ojos de los que le conocían y todavía no terminan de asimilar que Jorge ya no está con ellos.

Me cuentan que el Rayo ha pedido permiso para tributarle un último homenaje antes del partido ante el Villarreal del domingo.

Jorge, descansa en Paz.