RAYO VALLECANO 1 - REAL MADRID 0

El fútbol va de esto. De luchar y pelear, de correr y correr, de tener fe y seguir corriendo. El fútbol va de esto, de ser inferior sobre el papel y reducir las distancias hasta llevarlas a tu terreno para conseguir tu objetivo. El fútbol va de esto, de disfrutar y de ganar partidos que nadie espera que ganes. Esta noche el Rayo se ha citado con la historia y lo ha hecho en su peor momento, cuando nadie daba un duro por un equipo que venía de recibir una goleada en Sevilla, último, muy último y deprimido, muy deprimido. Pero entonces entra en juego Vallecas y el Rayo se transforma.

Ante el Real Madrid daba igual quien fuera titular y suplente, la clave estaba en dejarse todo sobre el terreno de juego. El ejemplo más claro, el de un Javi Guerra desaparecido durante mucho tiempo y que hoy estuvo a un nivel inesperadamente óptimo. Jugar con cuatro atrás, apretando todos desde arriba, tirando la línea del fuera de juego hasta el medio del campo, asfixiando a las rutilantes estrellas del Madrid hasta el punto de hacerlas desaparecer, le dio al Rayo un plus de vitalidad. El Madrid está lejos de ser el equipo que maravilla, está lejos de dar miedo y ante el colista se convirtió en un equipo flojo, casi mediocre.

El Rayo, en cambio, se disfrazó de equipo grande y, además de jugar al fútbol, supo ocupar todos los espacios, mordió hasta decir basta en cada pérdida, salió como un vendaval en cada recuperación, generó peligro arriba y supo sufrir los tímidos arreones de los de Zidane, que hoy se vieron superados de principio a fin por las dos razones que le puso el Rayo al partido.

Un penalti avisado por el VAR, bendito VAR esta semana (ya era hora) sirvió para que Adrián Embarba engañara a Courtois y diera un vuelco a los corazones ansiosos de alegría de la grada de Vallecas. La defensa estaba seria con Tito, Abdoulaye, Gálvez e incluso con Alex Moreno, que en esta ocasión no dejó abierta su banda y que trabajó a destajo en ataque junto a un Bebé que probó en varias ocasiones su misil tierra-aire buscando batir al meta belga del Madrid.

Con el marcador a favor el Rayo siguió siendo mejor que su rival, se convirtió en un todo con la grada y el espectáculo fue apoteósico. Pozo bailaba con el balón en los pies, Uche le daba criterio al centro del campo y dejaba su sello en la presión, Mario Suárez se mostró como el todoterreno del centro del campo que ayuda abajo y arriba, y las bandas, con Embarba y con el mencionado Bebé, se encargaron de llevar el miedo al cuerpo de la zaga madridista, que hoy no tuvo enfrente a RDT, pero en cambio sí tuvo trabajo con un irreconocible Javi Guerra.

El Rayo hizo su trabajo en la segunda parte y lo hizo muy bien. Movió el balón de lado a lado, de arriba a abajo, volvía a empezar jugadas, sabía que manteniendo el balón en su poder desactivaba a su rival y le generaba la ansiedad suficiente como para que en sus acciones de ataque no tuviera la precisión necesaria para inquietar a Alberto. El meta estuvo tranquilo, sacó bien el balón con el pie, jugó con el reloj cuando tuvo que hacerlo e intervino con acierto en un par de remates peligrosos.

La fiesta fue total al final del partido. La vida pirata, que sigue siendo la vida mejor, atronó en el vetusto estadio vallecano como si de un ascenso o una permanencia se tratara. Tanto tiempo esperando meter mano a un 'todopoderoso' merecía un colofón a lo grande y lo tuvo. El Rayo se irá a Segunda, o no, ya veremos, pero de hacerlo, se irá ¡con un par!