El pasado lunes compartimos con todos los oyentes de EN CLAVE DE FRANJA de PxR Radio un 'pedacito' de la historia del Rayo Vallecano. En el Especial Centenario contamos con la presencia de algunos de los personajes que de una u otra manera han sido partícipes o han marcado la trayectoria del conjunto franjirrojo.

El primer protagonista histórico en pasar por el programa sería Julián Huerta, nieto de Prudencia Priego, a quien se atribuye el cuidado de los primeros pasos del Rayo Vallecano. Julián empezó hablando de su parentesco con los fundadores del equipo de Vallecas. "Prudencia era mi abuela, a la que no llegué a conocer. Modesto era mi padre, por aquel entonces tenía 13 años, mi tío Juan, mi tío Julián, mi tío Ezequiel... que son los que estuvieron más involucrados en el inicio legalizado del club", profundizando en la figura de su abuela. "Lo que hacía era acoger a unos chavales, a los que les lavaba la ropa, en la casa se guardaban las porterías, que se desmontaban cuando jugaban. Era una protección total a los chavales y, además, una mujer con once hijos. Me han contado que no hay cosa mejor que lo que habla todo el mundo de ella. Me hubiese encantado haberla conocido".

La familia Huerta, nos contaba Julián, "llevaba muy bien" su protagonismo en los orígenes del Rayo. "Mi hijo es abonado, le hicimos abonado cuando volvimos de Vallehermoso. El gerente era el marido de una prima mía y, aunque yo le quise hacer socio nada más naces, me dijo que me esperara a la vuelta, que fue en el 76, un año después de nacer mi hijo. Mi nieto también es abonado. Hay una foto en la que el día de la inauguración del nuevo estadio está mi padre con mi hijo. Mi nieto, con ocho años que tiene ahora, nada más nacer le hicimos abonado".

Durante una entrañable conversación, Julián fue recuperando recuerdos y vivencias. "Yo nací en la calle Puerto Alto, 8, esquina con Martínez de la Riva, en un edificio que era una corrala. En la parte baja estaba el Bar la Estufa. El hijo de quién lo regentaba es ahora mismo el abonado número 3. Su cuñado fue uno de los que jugó en aquellos tiempos. En la tercera planta vivía el clásico del pañuelo en la cabeza, Jesús Sánchez, al que nosotros llamábamos "El Patata". En el argot del fútbol era El Chuli, pero en su época, un familiar suyo, después de la guerra vendía patatas y de ahí que le llamáramos así. Otro que vivía en esa casa eran Toribio y Marcelina. Toribio era el que preparaba el material, botas y todo, y Marcelina la que lavaba la ropa, cuando estábamos en el campo de arriba". Su infancia se desarrolló enfrente del Estadio El Rodival, lo que actualmente es la Colonia Erillas. Ahí vivía otro de los socios fundadores, que fue árbitro", decía.

Para el nieto de Prudencia Priego, el Rayo sólo se parece a aquel Rayo por "la afición, que es la que realmente siente lo que es el Rayo. Los jugadores se entregan, pero no es lo mismo. El club es una Sociedad Anónima donde prevalecen los intereses económicos, que en nada se parece a lo que era aquello cuando empezaron a jugar, porque pagaban para poder participar en las competiciones. La abuela se preocupaba de lavarles la ropa, cosersela, y ahora en la actualidad se maneja todo en torno al dinero", volviendo a incidir en el papel de la afición rayista. "La gente es la que está viviendo y está rememorando ese inicio y mantiene ese 'feeling'".

Entre anécdotas y momentos únicos del recuerdo rayista, Julián Huerta completó su paso por EN CLAVE DE FRANJA 'Especial Centenario", haciendo además un alegato en defensa del club y lo que representa. "Cuando llegaron los Ruiz Mateos decían que el Rayo iba a desaparecer y yo dije que bajo ningún concepto, que eso de que iba a desaparecer, de ninguna de las maneras. Que si teníamos que jugar en Regional, pues en Regional, y jugamos con los juveniles, los infantiles o con quien sea. El Rayo no desaparece, ni entonces, ni ahora".