Cuando a un equipo le expulsan a uno de sus centrales titulares y pilar fundamental en la defensa, hasta el entrenador más pintado piensa en sacrificar a un delantero o mediapunta para dar entrada a su sustituto natural que espera turno en el banquillo. Cuando el Rayo Vallecano se queda con uno menos por la expulsión de Mumin, que es ese central y pilar fundamental en su defensa, Iñigo Pérez decide no agotar un cambio en el minuto 20 de partido, mover fichas con los diez futbolistas que le quedan sobre el terreno de juego, acoplar bien al equipo, juntar líneas y confiar en el oficio y el sacrificio de su capitán: Oscar Valentín.
Ante el Alavés más de uno contuvo la respiración al ver el mal gesto de la rodilla de Mumin en la acción que primero le costó una cartulina amarilla, pero que finalmente fue sancionada como roja tras la intervención del VAR. El Rayo debía afrontar el resto del partido con un jugador menos y sacrificó a uno de sus dos mediocentros, el otro era Unai López, para ocupar la posición de central y que Lejeune tuviera un compañero de viaje de auténticas garantías. Esta circunstancia ya la habíamos vivido con Pathe Ciss y contra el equipo vitoriano fue Oscar Valentín el que tuvo que ponerse el mono de trabajo para suplir el hueco dejado por Mumin.
Valentín cumplió con creces. Trabajó, cerró espacios, se asomó en presión al centro del campo, recuperó bien los metros a la espalda y estuvo muy atento para las coberturas al resto de compañeros de la zaga. La importancia de contar con jugadores polivalentes es algo que Iñigo Pérez ha venido destacando semana a semana y, una vez más, sus jugadores volvieron a darle la razón. Valentín demostró oficio y sacrificio en una posición que no es habitual para él.